Tantea los bolsillos de su cartera, encuentra la caja metálica que contiene sus cigarrillos finos. Toma uno, lo coloca cuidadosamente en su boca decorada de manera exagerada por un rouge color rojo carmesí, enciende el cigarrillo y el humo comienza a danzar con su seductora forma arabesca, contaminando el aire y opacando la luz de una solitaria vela. Mira en el silencio, con sus ojos recorre el espacio muy lentamente, mientras sus pensamientos paradójicos comienzan a enredarse entre ellos, dejándola a merced del misterio, del peligro de las notas de un piano que genera un tango desgarrador, una melodía de whisky e indiferencia, de amor y engaño.
La soledad ha empapado sus ropas grises, ha ahogado sus flores, a asesinado la belleza del Abril y de Raquel, quien allí está inerte, desprotegida de sí misma. En su ausente ser no hay lugar para palabras, no hay teorías ni libros, no hay colores ni lunas. En Raquel no hay mas que la muerte en vida de un sueño de ojos abiertos.
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