miércoles, 15 de julio de 2015

Helados

Las noches de invierno siempre inspiran una necesidad de no saber que, pero necesidad en fín. La cama siempre se vuelve el lugar favorito para hacer la revolución, y la taza de té siempre se enfría por el descuido e irse con algún transeunte que pasó por la ventana. En invierno llega y nos encuentra siempre desnudos, nos atrapa en recovecos donde encontramos pequeñas historias con pequeños seres, nos quedamos con las manos en los bolsillos y las bocas besando bufandas. Yo no sé si es l invierno o es el tiempo, pero la paz de esta ola polar no duele en la piel y alimenta mi alma.

sábado, 11 de julio de 2015

Ernesto, un gato

La luz del sol entra por mi ventana, el gato mira las moléculas de polvo que flotan suspendidas en el aire, emulando la nieve en las montañas, se estira y cierra los ojos, mientras enciende el motor de ronroneo que pone a vibrar mi pierna. Todo está en silencio, todo está dormido bajo el efecto del invierno. Mi nariz está fría, mis ideas revueltas por los sueños traumaticos de la noche, mi cuerpo es un tronco que no puedo mover fuera de la cama, la ola polar hace difícil el momento de desnudarme de frazadas, y el gato ronroneando al lado no me ayuda a querer incorporarme al mundo.
La mente en blanco dibuja en el aire un montón de ideas desordenadas y mudas, me niego a tener que ponerme la ropa de adulta, me gustaría ser el gato y quedarme todo el día así, ronroneando en la cama, mirando puntos de fuga y alertando la presencia de fantasmas polvorientos en los baños de luz de las ventanas. Lo acaricio despacio, intento correrlo de mis piernas pero no hay forma, mi gato no quiere abrir sus ojos ni quiere que yo le quite su colchón que son mis piernas. Sus garritas atrapan tiernamente a la mano molesta que lo arrastra a un costado de la cama y me siento el peor ser del mundo por estar apagando su motor ruidoso de paz. Suena la alarma, tan estridente y fastidiosa, Ernesto pega un salto y se estira, me mira obligándome a hacer lo mismo. Abruptamente se rompe el cristal de silencio que hacia de la mañana un mundo gatuno y feliz. Soy humana y con una sola vida, y él es gato y quiere salir a caminar por los techos.

Seres irracionales

Lo efímero de lo eterno. Nada se petrifica, ni el amor ni las palabras, el cambio constante de cada dimensión, el salto de la mente y el giro desestabilizador, el efecto random de lo inexplicable e ilógico; porque la vida no tiene lógica ni explicación alguna, solo sucede, como una tormenta en el océano, como un choque de estrellas. 
Y el fin, la muerte. Final ridículo al cual nos acercamos sin predicción pero con negación, final al que resistimos  y nos re-negamos, pero que no es posible esquivar.
Pero ante todo, comprender lo efímero de cada instante, del amor y de la vida, lo poco que dura la molécula de felicidad, lo poco que dura el huracán, la corta calma antes de que el edificio dinamitado de nuestra mente se desplome y caiga hecho trizas por todo el universo. No nacimos condenados, ni podemos atesorarnos lo que nos hace seres libres, pues, lo único que genera eternidad y reivindica nuestra eternidad son la ideas, esos bichos raros de patas cortas que se nos escurren por los ojos y nos mueven a revolucionar, que se sueltan de la propiedad intelectual y se plantan en tierras inhóspitas y fertiles, las únicas que gritan sobre nuestras tumbas, y que a fin de cuentas son nuestras de una forma fugaz; porque de contradicción estamos hechos.