Sin embargo, ellos insisten con la figuración y con el egoísmo. Hipócritas engreídos que no saben nada de mi ni de vos, sino que solo les interesan ellos mismos. Pero no importa, porque nunca sabrán lo que es estar en el mundo, nunca tendrán el placer de escuchar la música de los duendes, ni crearan poemas que hablen de la revolución o de un pequeño rincon de la mente.
Déjalos ahí, déjalos que son felices con los ojos vendados y la sangre congelada, son la figura que adornan el mundo con una belleza ambiciosamente perfecta, que derrochan elogios desnudos de vanidad, sonrisas dibujadas por algún escultor que olvido los pequeños detalles de la sensibilidad.
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