jueves, 19 de noviembre de 2009

Matando fantasmas, amando a la amada

Guido tomo cada pequeño recuerdo, cada papel que tenia ideas viejas, cada dolor que abría la puerta a los fantasmas que colgaban de su cuello; hizo una bolita y lo poso entre sus manos. Admiro una ultima vez la pequeña masa redonda, y con todas sus fuerzas la arrojo al lago. Se dio la media vuelta y busco entre las hierbas a Vanina, ella estaba con los ojos cerrados tendida en el verde pasto, tan fresca, tan libre como acostumbraba mostrarse.
Lentamente se recosto a su lado, admirando esa sonrisa que decoraba su simple rostro, su perfume comenzo a tomar las fosas nasales de Guido, a acariciar las cicatrices de su mente en blanco. Guido había encontrado un paraíso propio.
Sus dedos comenzaron a hacer el amor con los largos y rojizos cabellos de la dama, su otra mano descansaba en el frágil abdomen, sus labios deseaban esa tersa piel, los ojos del muchacho no se cansaban de admirar la simple belleza de esa mujer de porcelana, de esa locura de hormonas que su cuerpo experimentaba ahora, en la cercanía de Vanina.
Solo el cielo como testigo, solo ellos dos en medio de tanta inmensidad, con dedos que caminaban sin mapas en cuerpos desconocidos; labios que vomitaban pasión, sonidos que empapaban la noche; y un millón y medio de estrellas que los elevaban a otro planeta.

2 comentarios:

... dijo...

excelente Etelvina, excelente...

Anónimo dijo...

Uno de los mas lindos