El pobre Esteban anda penando por las calles, bajo el cielo gris y el frió aire del pronto invierno. Su cabeza una vez mas ha sido arrebatada y sus sentimientos pisoteados. El muy iluso aun no comprende estos amoríos de corto plazo y su condición de ser mortal, destinado a llorar cada vez que entre en aventuras con sentimientos en sus manos.
Poco a poco junta su materia gris, que estaba desparramada por las calles, intenta re-armarse, acomodar su incomodidad, y volver al inicio del camino. No es la primera vez que es víctima- culpable; ni sera la ultima vez que sus bolsillos pierdan los besos envueltos en papel de caramelos de cerezas y su piel quede cargada de besos de chocolate amargo.
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