miércoles, 29 de agosto de 2012

Ameghinolandia

Anoche escuché el tren de carga que pasaba como cada madrugada, sentí el aroma a jazmín que invadía mi cuarto y los perros ladraban desesperados, seguramente alguien pasaba caminado por la calle. Escuche como chillaban las ruedas del tren y un ruido sordo de su bocina, anunciando su paso. Escuche el silencio del medio de la nada, sentí la paz del aire que se posa sobre nuestros cuerpos, el sentimiento que solo la pampa verde me genera, ese paraíso escondido en la ruta 188 que los seres humanos ignoran.
Fue frustrante despertar y ver que no tenia un techo real, ni un patio verde, ni tener a mis perros durmiendo a mis pies, y notar que el tren nunca había pasado porque estoy en el centro de una ciudad ruidosa, donde pasa de todo menos un tren de carga. Fue triste no escuchar la voz de mis padres, ni ver el sol radiante inundando la casa, con ese aroma a verde y el sonido de los pajaritos que viven en los arboles frondosos del parque.
No sé si es que me estoy poniendo vieja y se me da por añorar esas pequeñas cosas que ya no tengo de la manera y cantidad de antes, o es tan solo es que se me dio por extrañar porque me he quedado sola, pero anoche escuché el tren y mi cuerpo vibró.

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