martes, 7 de agosto de 2012

Una ultima cita

-Discúlpeme, pero debo, más bien, me siento obligada a confesarle algo. Pues verá, acabo de leer su ultimo mensaje a alguna anónima, sé que estoy siendo entrometida, pero la verdad es que ya me harté, me cansé de  sus fulanas descorazonadas y malditas, que rompen su corazón de mil maneras diferentes y usted va por el mundo contando sobre sus citas y sobre la desdicha que siente por haber sido engañado y consecuentemente abandonado por alguna mujer extremadamente bella o extremadamente histérica. Hace tiempo que le he entregado mi cuerpo y me he quedado cerca, queriéndole en secreto pero dejándolo en claro en mensajes entre lineas, sin embargo ha sido usted quien ha pisoteado, ignorado, asesinado y desechado a mi cariño. Entonces, dejé ya de llorar por los rincones y hágase cargo de su parte de las cuestiones.
Dejé de mirarme así, hombre! no lo voy a matar ni abofetear. Solo se lo digo por su bien. No puedo largarme a otro país sin antes cantarle la justa!-
La mirada del hombre era desorbitada y su boca estaba totalmente sellada. Beatriz tomó su tapado, acomodo su pelo y se levanto de aquella mesa pequeña, mirando por ultima vez la escena del romántico bar que había sido alguna primera cita.- Usted, me ha hartado. Hasta aquí llega mi amor. Adiós, Felicio, espero que algún día encuentre lo que busca, adiós!
Beatriz salió del bar, disparada, caminando por las calles de adoquines y el hombre no reacciono ni a responder el saludo, era como si estuviese petrificado, con la palidez de un cadáver y la mirada de un turista perdido.

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