jueves, 23 de agosto de 2012

La Muerta

Los tiempos del amor se han esfumado, del rencor y el desamor solo quedan las cicatrices, del pasado un par de cenizas. La lluvia se extendió durante semanas y la casa está inundada. Lo bueno es que el agua del río se ha tragado las fotos, tu ropa y solo queda el detestable aroma de tu perfume en mis vestidos de verano.
Aveces te espío, me escurro entre las sombras y con los ojos de otra leo los mensajes que le envías a alguna dama, nunca estoy segura si son para Lara, Lucia, Marcela, Ana, Maria, Analia o cual. Pero si me queda claro que para mi no hay ni un garabato con el dedo en el aire ni una señal del humo de tu porro. Sé muy bien que ni mi dirección ni mi nombre se te deben cruzar por la cabeza y eso me perturba, me llena de celos, me aguachenta el alma y me hacen recordar porque te odio. ¡Ni siquiera me odias, no te genero un puto sentimiento! Desespero por que me sientas, pero ni he ardido en tus manos ni he vivido en tus tiempos.
Sabes, tengo la mala costumbre de nombrarte, de contar la historia que probablemente ni sea historia... que no llega a ser ni un cuento... ni una oración! Pero aun así, cuento de vos a la gente y todos te odian, mejor dicho, odian a quien yo relato; dicen que estás loco, que no vales la pena e intento adoptar ese discurso pero ¿Qué sabén ellos, si ni siquiera te han visto? Entonces, solo me quedo muda, bajo la mirada y un par de lagrimas se escurren entre mis pestañas. Enseguida las recojo con mi dedo indice y las amontono en la palma de mi mano izquierda, les sonrío como para que piensen que les doy la razón y me quedo con vos en mi mente, en aquella tarde en que probablemente ni me sentiste entre tus brazos, ni recordas lo que susurré mientras me arrancabas los lunares y me tirabas por la terraza, pero me quedo ahí, en ese rincón de mi retorcida mente porque no me sale irme, no puedo correr en este espiral.
El silencio... siempre reina el silencio en estas tierras de flores muertas, no queda nada más allá ni más acá. No hay calles ni ventanas y en las veredas solo pisan mis tacos, que resuenan en cada paso. Los pasillos me llevan a mi tumba. Tomo el té que me acompaña en las noches y vuelo sobre mi cementerio junto a un par de lechuzas y aves de fuego. Soy una dama oscura que no vive si no es de noche y entre muertos; una loca que merienda con veneno y actúa como gato, mientras mi cuerpo flota en el agua que asfixia a mi casa y mi alma baila un tango con tu adios.

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