jueves, 31 de marzo de 2011

No me mates

Las tardes ventosas de Octubre me despertaron. Hoy, mientras paseaba en el desierto de mi mente sin palabras, encontré el sabor de tu corazón, que vagabundeaba entre miles de recuerdos engorrosos en mi más profundo sueño. Claramente se comenzaron a reproducir las imágenes de aquella tarde de Julio, en la cual entre cantos de sirenas y bailes de salón, pude sentir como el cielo se iba a derrumbar y romper en mil millones de pedazos. Entonces corrí, escapando del fatalismo, gritándote en mudez absoluta, evitando que me aplastes, que me mates.

Con algunos rasguños me escondí entre tus cosas, allí donde se esconden las más insólitas, las más pequeñas y bellas cosas. En ese pequeño sitio me resguarde de las tormentas, escondida en el fondo de tu océano mental, entre tesoros olvidados y pompas de jabón. Miles de noches, baile entre lluvias de colores y dibuje con las estrellas, esperando en el olvido, viviendo de ilusiones. Hasta que una tarde, al fin, me encontraste. Nos sorprendimos mutuamente, pude ver como tus ojos brillaban, al paso que mi corazón saltaba tan alto, que no podía respirar. Me miraste, me admiraste, recordaste la otra vida, el cielo que mataste, pero aun así, ahí me tenias, en tus manos, sin secretos y con miles de luces repletas de noches, sonidos y notas de bolsillo.

Con la fragilidad de una bailarina de caja musical, me sacaste del pequeño rincón. Pude ver un nuevo día con perfumes nuevos. Me acomodaste el vestido e intentaste curar las heridas. La tristeza de mi silencio se esfumo parcialmente, tu voz me despertó del sueño, poniéndome en el suelo y elevándome a la tierra, reencontrándome y encontrándote a mi lado. En otro hermoso y grís día, en donde me dispuse al amor hasta la muerte, con mi pobre corazón resquebrajado y mis miedos crónicos… pero aun así, allí me quede.

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