miércoles, 19 de agosto de 2015

De acuerdo a lo planeado

Gladys está en un café, jugando con un corazón de azúcar, mirando por la ventana, escuchando canciones de radio. Espera que Hugo pase a buscarla para ir a ver la casa grande y soñada que pretenden comprar para comenzar una nueva vida. Ya tiene el vestido blanco, los anillos, los boletos de luna de miel, hasta tienen pensados los nombres que van a ponerle a sus cinco hijos. Hugo ya imaginó su biblioteca, con estantes para sus trofeos de fútbol, su sillón para ver los partidos de river y el auto ideal para ir  a sus primeras vacaciones a Mendoza. Gladys, por su parte, ya sabe los colores de los que va a pintar cada cuarto, que tipo de cortinas va a poner en cada ventana y pretende una cocina industrial para poder dedicarse de lleno a la pastelería. Ella no está de acuerdo con la biblioteca futbolera de Hugo, pero una vez viviendo piensa darle la vuelta para quitarle ese territorio. Todo tiene que salir como en sus sueños, tiene la edad justa, tiene el vestido, tiene el novio, va a tener la casa, próximamente el perro, luego los hijos, y su deber social como mujer va a quedar completo al cien por cien. Ya no más reuniones familiares donde ella sea la soltera, ya no más temores de morir sola. Sabe que Hugo no es el amor de su vida, pero "a esta alturas de la vida, ya una no se puede poner pretenciosa, mi querida..." dijo su abuela cuando conoció a Hugo. Y probablemente, Gladys sea feliz, o no, eso no importa, porque tiene treita y largos, y la casa, los hijos y el perro.
De repente, un tipo entra al bar, un poco desprolijo, con ojos llenos de cielo y perfume de mundo. Torpemente tira sus cosas al piso y se acomoda en la mesa frente a la suya, llama al mozo y pide una cerveza. Gladys, muda, lo observa. Hay un efecto de imantación que ella no puede resistir, no logra respirar ni salir del rostro del extraño, no sabe si es el efecto de la luz, el efecto del tiempo, pero nada le importa más que saber algo de ese completo extraño que de golpe levanta su rostro y la mira. El recien llegado le sonrie, se levanta y le pregunta si puede sentarse con ella. Está tan hipnotizada que la pobre no puede ni modular un "Si", y con un torme gésto acepta su compañia. Se presenta, sonrie todo el tiempo, habla de su mundo, de los perfumes de la vida, habla y Gladys se fascina, se pierde con él. 
Hugo va a llegar en cualquier momento, tiene que ir a ver la casa, tiene que terminar con los detalles del vestido y proyectar lo de los hijos, pero el extraño...

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