martes, 1 de octubre de 2013

Volver

Hoy despertó. Maria volvió a habitar en la razón, dejó el planeta de lo onírico, abrió sus ojos. Desde hacia tiempo se había aferrado con uñas y dientes a un ultimo recuerdo, como una niña que agarra con toda su fuerza la cola del barrilete que se escapa con el viento, que quiere irse de sus manos para vagar en el cielo; ella intentaba retener el pasado, retener los recuerdos, abrazar a los ausentes y asegurarse de no olvidar nada. Maria se había atado una cinta roja en los ojos para ya no ver lo real, se había obligado a no despertar, a repetir una y otra vez los recuerdos, las voces, las risas, los momentos. Vivía en un continuo replay con la esperanza de que algún día ese pasado regresara, que todo volviese a suceder, pero que cada vez era menos nítido todo, nada era lo que había sido en algún momento pero al menos le dejaba un dulce sabor, un consuelo triste y engañosamente esperanzador. El eterno retorno, el espiralado-romantico mundo de Nietzsche
Pero hoy, los vientos de septiembre le volaron la cinta de los ojos. Con los primeros y cálidos rayos de sol, despertó de su obligada siesta. Llevaba puesta la remera que había vestido en una tarde feliz que ya nadie recordaba, su cuello ya no vestía su perfume, el paisaje de la ventana era distinto al que en sus sueños se representaba, su rostro tenia otros rasgos, el silencio era distinto, el mundo era otro, quizá no uno nuevo, pero muy distinto al que ella había decidido congelar.
Sabia que debía volver a empezar, despertar y revolucionar.
Abrió los ojos.

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