Poesía melancólica, escenario de historias, de sexo y frío, de extrañas sensaciones nadando en el mar de flores secas que habitan en una pecera invisible. Todo es inmutable, pero nada es eterno.
Trozos de quietud endulzados con miradas ilusas, orgullo podrido en la heladera y dolores de almohada corriendo en la casa. Aun el despertador no suena, ni el timbre anuncia la llegada del alba desnuda y sin fe. Sin embargo alguien susurra unas palabras y dibuja el Cinturón de Orión en una espalda de marmol. Dos cuerpos yacen en la noche, un amor respira.
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