lunes, 7 de noviembre de 2011

Amores Imaginarios

Gabriel le confesaba a Rosa que quería ir a la cama con ella y la besaba con fuerza, aferrándose a su vestido violeta, que caía delicadamente sobre sus curvas fatales. Entre las flores y el viento, Gabriel le contó a la muchacha, su miedo a crecer y su negación a las responsabilidades.
Mientras Rosa escuchaba la crisis existencial de Gabriel, miraba la calle, fijaba su vista en la gente que se acercaba caminando por la vereda de en frente. En secreto pensaba en Miro y la ultima vez que lo había visto. Su corazón se retorcía en cada minuto que intentaba asimilar su teoría de que, seguramente Miro, en ese mismísimo momento en que ella lo buscaba entre los extraños, mientras su mano descansaba en la mano helada de Gabriel; él, su Miro, estaba en los brazos de su nueva amante: Florencia.
En un pequeño lugar del planeta tierra, un tal Lucas, en la soledad del amanecer en la playa, pensaba en su pequeño amor de la infancia, una niña llamada Florencia que vivía en una extraña ciudad cuadrada, quien un verano en el que vacacionaba en la casa de su abuela, le había regalado un inocente amor de niños.
Al mismo tiempo, Florencia, tras encontrar un mensaje en su celular, descubrió que odiaba que su amigo Juan le hable de mujeres que dejaban sus perfumes en su almohada, pero ella estaba con Miro y, sin lugar a duda, era feliz.

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